martes, 22 de septiembre de 2009

Septiembre Mojado




Septiembre siempre está mojado.

Lo recordé tras el primer tormentón que crearía caos en algunas partes de mi ciudad y retrasaría la llegada de mi madre a casa cuatro horas, de la consecuente mojada muy pocos días después de regreso del CCT en que fui a acompañar a Alfredo y ver a cierto argentino que cumplía años y las inundaciones que no dejan de robar cámara en los noticieros, aún con cosas tan bizarras y extraordinarias como locos secuestrando aviones y balaceando gente en la estación del metro Balderas en el nombre de no-se-que-Dios (porque el mío no promueve esas cosas), y descabelladas/abusivas/ignorantes (por ser amables) propuestas de paquetes económicos.

Aunque en los noticieros nada se habla sobre la nube de incertidumbre que se cierne sobre los fans del doblaje desde que se anunció que Disney ha llegado al colmo de la tiranía/avaricia (por ser amables) de no llegarle al precio a Carlos Segundo y preferir a cualquier hijo de vecino baratero (por ser amables).

Pero hablaba yo de las lluvias.

Desde que tengo memoria mi cumpleaños (o el día que lo festejo) está siempre mojado, recuerdo las fiestas en que nos apretujabamos quién sabe como unas quince o veinte personas en este cuartito mientras diluviaba allá afuera. Las comidas en un restaurante viendo la lluvia empapar las ventanas del establecimiento. Caminar bajo la lluvia del metro San Cosme al Centro Teatral Manolo Fabregas un 30 de septiembre para ver por primera vez Visitando al Sr. Green y descubrir que el traje que estrené tal día era impermeable, con lo que solo mi cabello parecía recién salido de la ducha cuando mi madre y el obvio regaño me alcanzó en el teatro.

En fin, que un terremoto anunció la próxima llegada de una Lexell al mundo y año tras año la lluvia acompaña a esta Lexell al cumplir quinientos veinticinco mil seiscientos minutos más en él.

Y no es que la odie ni nada, a menos que me moje los zapatos y me los deje inservibles para el día (o los dos días) siguiente(s), o espere a que acabe de tender la ropa para dejarse venir, o me sorprenda de camino a un lugar donde permaneceré horas sin poder secarme. La verdad es que caminar cubierta por un impermeable o paraguas entre los charquitos, con el olor a tierra mojada, o escucharla golpear las ventanas, paredes y techo mientras yo la miro o atiendo alguna otra cosa desde la seguridad de este cuartito es siempre muy agradable.

Y a la lluvia debo agradecerle también el viaje en metro con la sensación más agradable de mi vida, con el agua acumulada en 10 minutos de camino, sentada en un asiento doble recargada en Mario y su brazo rodeándome, con el calorcito de metro en hora pico... solo de acordarme me siento gato acurrucado -w-


En medio del Septiembre Mojado de 2006 Mario se fue, sin dejarme una despedida, solo la incertidumbre del abandono.

En medio de algunos Septiembres Mojados mandaba mensajes de sincera felicitación a Jose Antonio, cuando lo llamaba aún mi admirado (este año nadie en su club de fans lo felicitó, JA!), el mismo día que cada noticiero y programa de variedades en la televisión y el radio me recordaban cuantos años iba a cumplir seis días después.

En medio de Septiembre Mojado le restregaba al Lobito que siempre será cinco días más viejos que yo.

En medio de Septiembre Mojado nació mi primo Jorge, el ñiño mejor portado del mundo.

En medio de Septiembre Mojado me llegan las ilusiones, las esperanzas, las filosofadas, las depresiones y demás remolino de sentimientos y pensamientos de alguien que está por cumplir un año más de vida.

Así que no olviden su paraguas este viernes, porque seguramente lloverá.

Listen to the music of the night
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