domingo, 9 de enero de 2011

LA HISTORIA DE MI FRIKES. Parte II

Dudo que haya alguien en el mundo para quien la secundaria fue una época sin contratiempo alguno.

¿Recuerdan que me separaron de mi mejor amigo en la primaria?

Pues el pretexto oficial fue que debíamos juntarnos con compañeros de nuestro mismo género, que si seguíamos solo los dos, él no desarrollaría bien su masculinidad ni yo mi feminidad.

Al llegar la secundaria, nosotros solitos descubrimos que las cosas de “mejores amigos” debían hacerse con alguien de tu mismo sexo. Entramos los dos a la misma escuela, aunque él en el B y yo en el C. Y en el B también regresó mi mejor amiga, que se había cambiado la primaria en quinto.

Ahí fue cuando nos hicimos la mejores amigas que la Técnica 31 haya conocido.

Pasábamos las tardes de los viernes en su casa (y yo le desarrollé alergia a los gatos) además de los recreos, por supuesto, peor ahí nos acompañaba una pequeña bolita que se fue armando. Nos quedábamos debajo de la escalera y después hicimos sede junto a la jaula de los perros: dos Pastores Alemanes bonitos y bien cuidados.

Y ella fue la que me indujo al vicio del anime y me volví otaku.

¿Porqué?

Porque había un nuevo mundo de historias emocionantes, un estilo d edibujo muy atractivo, de chicos guapos y de VOCES.

Después de tantos años de estar en el clóset, descubrí que era mucho más común de lo que esperaba el amor platónico hacia un personaje de animación, y lo más importante: el gusto por las voces.

De pronto, todas las voces que me habían admirado a lo largo de mi vida comenzaban a tener caras y nombres, ¡era como si las estrellas bajaran a la tierra!

Y de entre todas las voces, había una en especial que tardó un poquito en mostrar la cara, pero cuando apareció decidí que sería mi favorita. Era una voz que escuchaba cada vez más, y que al mirar hacia atrás, había estado ahí en personajes que me habían encantado en el pasado.

La voz terminó llamándose Jose Antonio Macías, y en una larga historia que merece un post aparte, me volví su fan #1 y dejé de serlo hace un par de años.

Llegó también el dibujo, antes del anime dibujaba una especie de gatos antropomórficos malíiisimos, y al volverme otaku comencé a manejar el estilo manga (sí, sé que ciertas personas se retorcerán al leer esto), el cual conservo hasta ahora.

Ser otaku se convirtió en un estilo de vida al tener personas tangibles con las cuales vivir todo eso. Conocí actores y fans de doblaje, dibujantes (amateurs y profesionales), cosplayers, escritores de fanfiction, cantantes amateurs de j-pop y toda esa pintoresca fauna que hacía de mi vida una delicia.

Una niña de mi clase me arrastró a ser fan de los Backstreet Boys, ¡toda una contradicción! Mi favorito siempre ha sido Howie D. Todavía los escucho de repente y me pongo a cantar y bailotear como si tuviera todavía esa edad.

Aunque solo los cuatro primeros discos, lo que salió después ya no me gusta.

Además, me metieron la decepción de la vida cuando fui a su concierto en el Foro Sol y resultó que no cantaban ni mayes. Yo acostumbrada a la calidad, caray…

En mi invierno número doce, apareció la que es hasta ahora mi banda favorita: Toto. Aún puedo escucharlos todo un día sin aburrirme, y desde entonces han venido a México una cuatro veces, siendo apenas la última en que pude ir a un concierto suyo (se me cebaron feamente las veces anteriores) y ser mega feliz.

Amo horriblemente como canta Joseph Williams y Steve Lukather desde el canbiazo de voz que tuvo desde Kingdom of Desire.

Y en terrenos menos multimedia, llegaron las novelas.

La primer novela de traducción íntegra que leí fue “Los Tres Mosqueteros”, en el verano con que contaba con doce años.

Es la edición de “Sepan Cuantos” de Porrúa, aún anda por aquí. De ese libro agarré mi pequeña adicción a las flores de lis, suelo usarlo como símbolo personal.

Desde entonces leo principalmente ficción.

A los catorce, además del anime, llegó algo que cambio totalmente mi vida.

O más bien alguien: Cyrano de Bergerac.


Mamá un día me sentó y me dijo “vas a ver Cyrano” y me puso la película con Gerard De Pardieu, con la idea de que me gustaría por tener un ambiente parecido a Los Tres Mosqueteros.

Creo que nunca dejará de arrepentirse de aquello.
Cyrano se convirtió en mi sensei, me abrió los ojos. Me mostró una manera de vivir libre, realmente libre.

Libre de vivir cuidándose de la manera en que nos juzgarán, libre de vivir dándole gusto a la gente, libre de decir a los cuatro vientos “¡Eres un asco de persona por esto o por aquello!” aunque te traiga enemigos y problemas, libre de amistades hipócritas y falsas, libre para ver por mi misma y no tratar de resolverle la vida a quienes no desean que se las resuelva, libre de ir por la vida contemplando la poesía en una flor, de escribir, de reir, de meterme en una batalla contra un ciento solo por defender a un amigo, de llevar los adornos en el alma y no en la ropa. Libertad de ser yo, por mí y para mí.

Y me reencontró con la Luna.

Esa cosa blanca, a veces amarilla, a veces naranja, a veces invisible en el cielo nocturno. Tan benevolente que brinda su luz para alumbrar en la oscuridad, y tan vanidosa que esa luz no lastima los ojos para que la puedas contemplar durante horas. Y está lejos. Lejísimos.

Siempre me ha fascinado, ¿no es la más hermosa?


Aun ahora miro al cielo y saludo a mi sensei, porque mi sensei está allá arriba, con nuestra amiga la Luna. Saludo a todo lo que representa, a todos mis sueños y a toda ésta Lexell que descubrió como vivir en la plenitud del yo gracias a él.



En el terreno amoroso, la secundaria marcó el inicio de los fracasos.

Para empezar, tenía como a muchos de los hombres de mi generación tras de mi (todos los de mi salón y algunos del A y del B)… supongo que todos han visto Bella y Bestia, ¿cierto?

Piensen en Gastón: un tipo pagado de si mismo, insoportable, acosando a Bella porque es la única en el pueblo que no le festeja sus muestras de poder, galanura y machismo. Multipliquen a Gastón por cincuenta, pónganse en el lugar de Bella… ¿Ya? ¡Bienvenidos a mi adolescencia!

Por supuesto, el único niño que me gustaba solo me veía como una compañera más, y anduvo casi toda la secundaria con la misma tipita odiosa.

Mi secundaria terminó entre un grupito de amigos, anime, doblaje, cine, libros, Toto y los Backstreet Boys.

¿Notan que algo falta por aquí?

La pieza faltante en mi frikes llegó después, y se los contaré después.

Listen to the Music of the Night.

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